Quien logre entender antes que el resto hacia dónde sopla el viento seguramente festejará en 2015. Hasta aquí, en ese dilema meteorológico están enfrascados los tres principales actores de la política tucumana: José Alperovich, José Cano y Domingo Amaya. Cada uno, desde su lugar, siente que una brisa de aire fresco, como esas de primavera que oxigenan el cuerpo, lo abraza y lo alienta. Pero, en realidad, los tres están atrapados en una columna de aire que gira violentamente sobre sí misma, ensordecidos y aislados en sus propios tornados.
El gobernador sabe que su candidato de fines de semana, Juan Manzur, tendrá viento en contra durante toda la campaña. El ministro de Salud de la Nación es como esos huéspedes de compromiso, que disfruta y apenas dice gracias, mientras otros se quedan luego a ordenar la casa y lavar los platos por él. El licenciado vicegobernador llega, posa, arenga y se va. Seguramente, por eso siempre ríe. Su lugar de bendecido no aparece amenazado por ningún frente de tormenta, pero a su alrededor todo es inestable. Osvaldo Jaldo, con piloto y botas de goma, capea el temporal que pronostican la senadora Beatriz Rojkés y el concepcionense José López. El tranqueño cava zanjas para desviar el agua y evitar que una crecida inunde su quintita. El problema es que, desde la propia Casa de Gobierno, le recuerdan antes de cada paleada que quien siembra vientos, cosecha tempestades.
Inquietos por diciembre
Pese al mal clima, Alperovich hoy le teme más al Zonda que se avecina para los días de diciembre. En el Gobierno son conscientes de que una crisis social como la de hace un año, a poco de entregar el bastón de mando, sería como intentar frenar un tsunami con las manos. Por eso en las próximas semanas los funcionarios citarán a los gremios estatales para tratar de llegar a un acuerdo. Tucumán se sumaría así al lote de provincias dispuestas a dar un plus salarial de emergencia: no serán los $ 4.000 que piden los sindicalistas, pero sí una suma similar a la que ofrecen otros distritos para pasar un fin de año en paz. Paralelamente, ya hubo advertencias a la cúpula policial para mantener a raya a los impredecibles agentes y evitar otro diciembre trágico. La imagen satelital le muestra al mandatario que esa sería la última mancha roja que se posaría sobre su gestión, y está dispuesto a abrir el paraguas antes de tiempo. Ya en 2013 aprendió que con el clima no se juega.
Dos para una sola sombrilla
El indescifrable Amaya y el radical Cano caminan bajo la lluvia, pero sin la generosidad de compartir la única sombrilla a mano: la de opositor. En la semana que pasó, el amayismo dejó de hibernar y salió a cazar. Urgido por haber quedado afuera de las fotos entre el sciolismo y el alperovichismo, y entre el massismo y el canismo, los climatólogos del intendente tratan de marcar diferencias con el alperovichismo. Amaya apuesta a levantar un vendaval en los próximos meses para así conseguir en marzo calzarse el rompevientos del massismo que se viene probando Cano. ¿Llegó a tiempo como para soplar con tanta fuerza y provocar un caos? Los radicales creen que no, y sostienen que al traicionar al diputado tucumano, Massa también estaría boicoteando sus acuerdos provinciales en Jujuy y otros distritos, un suicidio para sus ambiciones presidenciales. De todas maneras, el cambio climático es una realidad y las alianzas pueden mutar ante una suba o baja brusca de la temperatura.
Sí es cierto que el sol saldrá sólo para uno de los dos si es que Amaya y Cano deciden, como hasta ahora, sortear el aguacero por separado. Así lo entienden en la Casa de Gobierno, en donde han optado por privilegiar el calor de la lucha con el radical y dejar bajo el frío de la intemperie al ahora peronista disidente, para evitar que su figura aparezca en el pronóstico extendido del tiempo. Cano y Amaya parecen ser los únicos en no percatarse de que, juntos, pueden desatar la tormenta perfecta sobre el alperovichismo.